ARARAT, LA MONTAÑA DEL DOLOR - (Kurdistán - Turkia 2021) | Jordi Maqueda

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Notas de Viaje, Kurdistán/Turkia 2021  | Jordi Maqueda

Desde las calles de Dogubayazit (ciudad cuartelaria creada hace pocos años y desde donde se vigila el acceso a Irán) punto de partida de expediciones. Mirando al norte y si el día es claro, apenas a una docena de kilómetros puede verse, sobresaliendo por encima de postes y edificios, el enorme volcán: Agri Dagi foto, Sep 2021que es como llaman los turcos al Ararat en este lejano rincón oriental de Anatolia; en el centro de una encrucijada entre la frontera con la República Islámica de Irán, Armenia y Azerbaiyán. Tanto es así, que ya lo advierte nuestro Ministerio de Exteriores si se pretende viajar a esta zona: “La situación de seguridad en el sudeste del país sigue siendo muy volátil... Existen restricciones a la circulación en diversas áreas fronterizas... En el pasado se han producido secuestros esporádicos de ciudadanos extranjeros... y además, en la provincia de Agri, el acceso al Monte Ararat requiere autorización previa de las autoridades militares turcas... Por todo ello, se desaconseja viajar a esta región

Foto: Jordi Maqueda /Dogubayazit - Turkia Sep 2021

Es cierto que viajar hasta esta región, en la altiplanicie helada del noreste de Anatolia donde confluyen las actuales fronteras de Turquía, Armenia e Irán, y más aún, pretender la ascensión al Ararat no es tarea fácil, y tanto permiso administrativo deja poco espacio a la  improvisación del viajero. De entrada, se necesitan de 4 a 5 días para ascender esta imponente montaña que, sin ser uno de los picos más altos -5156 metros de altura- es considerado unánimemente como uno de los más inaccesibles del mundo (eso lo entendemos solo allí, los que hemos estado cuando estas caminando y durmiendo entre rocas sueltas como pelotas de futbol sueltas y te tienes que mover entre ellas), y todo bajo un permiso militar especial, obtenido con meses de antelación, y siempre dentro del marco obligatorio de una agencia turística turca: deben instalarse campos de altura en los lugares previamente establecidos, los días acordados, y descartando toda iniciativa autónoma o cambio de planes, y siempre con el uso imperativo de un guía, cocinero y arrieros... Para colmo, la frontera iraní está literalmente pegada a la montaña y las malas lenguas dicen, que si te sales de la única ruta de ascensión establecida, puedes ser blanco de tiradores del ejército. No en vano, los otomanos —actuales turcos— que aquí todavía siguen, llaman a la montaña Agri Dagi o "montaña del dolor":dolor de tantos que derramaron su sangre en estas laderas. Así y todo, la gente cuando la tratas se muestra curiosa, cordial y hospitalaria, tal y como pude comprobar desde Estambul, pasando por Van, Dogubayazit, Caldiran etc.

El Pequeño y el Gran Ararat desde Ereván, capital de la Armenia actual

El Ararat es con sus 5137 metros de altura, una cumbre legendaria: el pico más alto y prominente de Turquía: Según la propia Biblia, fue allí donde se posó el Arca de Noé después del diluvio universal, pero pertenece a la Armenia histórica, de hecho se encuentra muy cerca de la frontera con la actual República de Armenia y es visible desde gran parte de este país, especialmente desde su capital, Yereván. En esta desolada región batida por seísmos y amenazada por volcanes se localiza también la fuente más lejana del Éufrates: el Murat-Su, antiguo Arsanias o Aratsani que, aunque en su nacimiento es sólo es aún fino un hilo de agua pronto crecerá, convirtiéndose en uno de los ríos más famosos del mundo. No en vano, se encuentran dentro de aquello que los antiguos griegos llamaron Creciente Fértil:  solar de la revolución neolítica, cuna de las primeras grandes civilizaciones como Urartu (uno de los primeros en salir de la noche de los tiempos. Menos conocido pero compañero en el viaje de la historia del pueblo Hitita, Asirio o el Babilónico, que alcanzó su esplendor entre los siglos IX y VIII a. C) y, de un Kurdistán soñado por el mayor pueblo del mundo sin estado propio. "Kurdistán" que hoy no define a país alguno pero, que al pronunciarlo le roba el corazón a más de 27 millones de personas. Un nombre, que tiene ese timbre de rareza que sale de una tierra ensangrentada y seca como un hueso roído; baluarte de un ilusión tan inaccesible y lejana como en el tiempo como lo fueron antes Shambhala o Agartha, y que como aquellas, apenas hoy habita los lindes de la utopía centelleando con pujanza en la imaginación popular, aunque, su realidad esté fuera de todo alcance y contexto.

Todos aquellos imperios históricos ya compartían entonces tierras, rasgos y también rivalidades; como los Turcos, Kurdos, Armenios e Iraníes comparten en esta tierra, antes y ahora rasgos culturales y rivalidades. Una tierra que padecería la mayor calamidad y sufrimiento a principios de siglo XX, cuando más de un millón de personas, en lo que hoy se conoce como “El Genocidio Armenio” fueron asesinadas, masacradas sin piedad alguna, y que regó este terruño baldío de sangre inocente.



Mujer armenia arrodillada junto a un niño muerto en el campo, La matanza de 1915 acabaría con la vida de un millón y medio de personas que serían olvidadas para no molestar hasta que Joe Biden se atrevió a recordarlas.

Cabe recordar que Entonces los kurdos no veían a los turcos como enemigos, sino todo lo contrario. Y a la inversa: muchos de los kurdos que participaron en el genocidio salieron de las cárceles turcas con amnistías e indultos. Igualmente, la participación de los kurdos en el genocidio no exime de su responsabilidad de los turcos... para que nos entendamos, los unos hacían el trabajo sucio para que los “padrinos” quedaran con las manos limpias. Sobre la participación pueblo kurdo en esta barbarie existen controversias acerca de cómo y en qué medida o por qué. Razones éstas, que de ninguna manera  eximen de culpa.

Los kurdos fueron convencidos por el gobierno de Estambul de que los armenios iban a crear su estado y que este iba a oprimirles a ellos. Se les anunció también que el “botín” que quedaría después de la deportación de los armenios sería compartido con ellos. Sin embargo, justo después del genocidio, los Kurdos conocieron, a su vez, la persecución del Estado.
Las razones de esta situación [la participación kurda en las masacres] merecen ser estudiadas. Me parece que la orientación, poco después del genocidio, de la persecución estatal contra los kurdos ha jugado allí un papel. En el proceso de participación de estos en el genocidio armenio, fueron determinantes dos factores: el miedo y la prosperidad".[7]

Hoy en Dogubayazit nadie quiere hablar de ese pasado. Sea como fuere todos quieren olvidar, dicen que es historia; sin embargo, ignoran que “La historia no es el pasado. La historia es el pasado historizado en el presente" —Jacques Lacan. Orientarse por la historia permite trabajar aquellos elementos que han ocurrido y que continúan, aún, insistiendo en el presente, como todos nosotros —y ellos mismos (kurdos y turcos)—, podemos aún comprobar.

Luego, y ajena a todo esto (a las absurdeces humanas): La montaña sigue ahí, recibiendo a personas cada día, sin saber de matanzas, o que los europeos la llamamos Ararat, los turcos Agri Dagi, Marsi los armenios. A ella le da igual como la llames, ni le importa tampoco tu nombre... solo pide, en su silencio por casi 200 años: que la respetes (¡no quieras ver el volcán!).. Nadie ha podido nunca masacrarla o humillarla: Persiste aquello que la alimenta bajo esta: y escupe piedras a veces para que lo entiendas, y lo hará posiblemente más allá de la existencia del último hombre;  emergiendo eternamente de las aguas de todos los diluvios posibles habidos y por haber: ¡Él es el diluvio!

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