MONTE ARARAT: SUBIENDO AL GIGANTE CABREADO/ Kurdistán - Turkia / Jordi Maqueda

Ahí estoy (otra vez): Subiendo al Gigante Cabreado (algunos le dicen gigante dormido, pero quien está dormido no te arroja piedras). A decir verdad, el Monte Ararat no es precisamente el tipo de volcán que me gusta (o quizá debiera decir gustaba: uno siempre se encariña con lo que conoce), y es que se un volcán silencios, que a los ojos ingenuos más parece una montaña: arriba, sólo hay nubes, viento, hielo y mucho frío; y una bandera turca, en lugar de un cráter hermoso y definido, activo y humeante. 

No es la primera vez que me ocurria sentir ese vacío al subir una montaña. Y el Ararat se puede considerar, a primera vista: una montaña ¿por qué digo esto? pues porque Subir-Volcanes activos es, ante todo, una experiencia sensorial extraordinaria y feroz: ya desde que pisas el terreno, a veces mucho antes desde algunos kilómetros los sentidos se disparan (y no me pidan que lo explique) la experiencia sobrepasa, muy de largo la capacidad del lenguaje para expresarlo. Y el Ararat, cierto que es un volcán, un volcán grande de más de 5000m, pero estando allí, sobre el volcán, nadie lo diría: silencio, solo hay silencio y viento, no hay comunicación con el coloso; el piso, ni siquiera está caliente (sino frío), te tumbas al suelo y no sientes su respiración: no tiembla (a la vista de los sentidos) el terreno; no te grita, tampoco hay fumarolas, no se oye la montaña: "rumia para sus adentros". tanto que el airé no huele ni tiene sabor: todo se lo guarda para sí; entonces: ¿qué viene a hacer la gente aquí?, me preguntaba, y le preguntaba "al viejo" durante el ascenso. Pero nada: el monte no se comunica (no decía nada) y es con diferencia lo que más extraño: Ni te llama, ni te advierte. No te dice nada: no habla; solo silencio y el sonido del viento (quizá el viento...) y eso da que pensar, cuando conoces a los volcanes silenciosos, pero que roncan.
Si me preguntan, veo este volcán (montaña de Volcán: violada) como tantas otras montañas: y destinada satisfacer egos, que a ofrecer una experiencia personal y sensorial única como he podido volver a comprobar al ir acompañado. El Ararat hoy, como otros tantos montes de este tipo, está atestado de Gente que camina: hacia arriba primero y luego para abajo, sin más razón que subir para bajar (y luego publicar una foto en una red social), sin prestar mucha atención a su alrededor, porque nada llama su atención, pues su único interés y motivación está en la cumbre: quieren estar por encima de la montaña ( y que el mundo lo sepa: publicarlo) / no quieren la montaña y vivir la montaña. La continua afluencia de gente tampoco ayuda, la suciedad (en algunos lugares apartados), e incluso los precios son una locura (considerando la región donde estamos, así como lo que resulta de la experiencia, corriendo (y marcando itinerario y horarios a cumplir): de subir por subir a la cumbre cruzándote con otros, que van exactamente a lo mismo, y a nada más) para bajar inmediatamente e irte. 

Esta nueva moda del montañismo, con "los nuevos montañistas" incapaces de hacer un vivac a 3500/3700 m. satura cualquier monte con un nombre noble o altura singular, o que se haya puesto de moda como es el caso (se viola la montaña sin más/ sin aquella experiencia o aventura solitaria y singular: porque hay quien te ofrece la montaña, para que la puedas montar. Pero más allá de tanto ego a un volcán no se le vence, no se puede, y esto muchos lo entenderán, aunque en su caso siempre después. Eso es lo primero que se aprende subiendo volcanes: ¡respeto! 

También es cierto, que Subir volcanes "activos" es peligroso, pero es una experiencia singular y  sensorial de conocimiento de una magnitud descomunal, donde solo tener el coloso frente a ti te puede cambiar la vida y te hace estar muy atento (algo que no pasa en el Ararat: estar muy atento a las posibles contingencias que puedan surgir: de las sombras que siempre propone la montaña y que por nosotros mismos debemos entender y resolver ( adquiriendo un conocimiento y experiencia personal: acerca de nosotros mismos y de nuestras limitaciones en un medio extraño).  Luego, en un volcán activo puedes subir o no (tu decides), y eso dependerá de de si tus pies se paran "sólitos" ante aquello que ves y sientes en el aire vibrar (y puede oler ya de lejos y te advierte), o sigues, a partir de ahí muy pendiente caminando hacia el cráter. Lo que es seguro, es que cuando bajes no serás el mismo. Aun asi, entiendo, como en las montaña (pero más aún si cabe en los volcanes) que esta actividad no debe realizarse, no así por las buenas: tampoco en el ararat, que recuerden: es un volcán, y algo siempre nos va a revelar.  El interés, por tanto, debe ir más de la mano de la persona ( esa que busca), y por tanto ir más allá del simple hecho de subir: ir a encontrar, lo que se nos quiera revelar: reconocer esa revelación hacia nosotros del volcán (en centroamérica se dan las gracias en el cráter al volcán: algunos rezan: decían unas palabras al volcán (juntos), creo que tengo un video en el pacaya, no lo sé: arriba del otro lado del cráter (por donde arroja los ríos de lava)en erupción, una noche de tormenta. Pero igualmente uno observa, ya no la falta de respeto hacia el volcán: sino el descuido y cuidado de si mismo:y la falta de atención y vigilancia (Un volcán activo “activo y silencioso / como es el mismo ararat, aunque este "silencioso” nos puede ofrecer mucho, muchísimo, pero igualmente se puede cobrar mucho, muchísimo más, precisamente por nuestra prepotencia e indiferencia de las formas que se nos muestran y vemos y que nos advierten del riesgo.


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