ARARAT: EL GIGANTE DORMIDO / Kurdistán - Turkia / Jordi Maqueda


Ahí está el Ararat: el gran volcán del Kurdistán. Y ahí estoy yo: pequeño; en este lejano rincón de Turquía. A decir verdad, el Monte Ararat no es precisamente el tipo de volcán que me gusta, pues se trata de un volcán inactivo, que más parece una montaña: arriba sólo hay nubes, viento, hielo y frío; y una bandera turca, en lugar de un cráter definido, activo y humeante. Aunque, he de reconocer que la experiencia, finalmente valió la pena… y el esfuerzo también. Estas son tierras que desde hace mucho tiempo quería visitar, y unas gentes que quería conocer; y nada mejor que unas semanas de convivencia entre estas piedras, porque el ararat es eso: "un montón de piedras unas sobre otras"  para empezar a conocer esta tierra y sus gentes; pero, no voy a hablar ahora de culturas o personas sino de volcanes, tampoco de montañas, sino de volcanes.
No es la primera vez que me ocurre: sentir ese vacío al subir una montaña. Y el Ararat se puede considerar así: una montaña ¿por qué digo esto? pues porque Subir-Volcanes activos es, ante todo, una experiencia sensorial extraordinaria y feroz. Desde que pisas el terreno, a veces ya mucho antes, desde algunos kilómetros los sentidos se disparan (y no me pidan que lo explique) la experiencia sobrepasa, muy de largo la capacidad del lenguaje para expresarla. Y el Ararat, cierto que es un volcán, un volcán grande de más de 5000m pero, estando allí, sobre el volcán, nadie lo diría: silencio, solo hay silencio y viento, no hay comunicación; el piso ya sobre el cono en y en altura no está caliente, te tumbas al suelo y no sientes la respiración: no tiembla; tampoco hay fumarolas, ni siquiera vapor de agua, y no se oye la montaña rumiar para sus adentros. El airé no huele ni tiene sabor: ni a flores ni a azufre. El monte no se comunica y es con diferencia lo que más extraño: Ni te llama, ni te advierte. Nada, no dice nada: no habla; solo silencio y el sonido del viento.

Personalmente, se me hace larga la estancia por 5 días o más en un volcán así, inactivo (y en esta ocasión, además 15 días, y todos estaban inactivos) No digo que te aburras, pues no tienes tiempo para eso. Las largas caminatas, comer y descansar no dan tiempo para aburrimiento. Pero, no puedo comparar las sensaciones recibidas estando próximo o al lado de un cráter o volcán activo. Veo esta montaña, como tantas otras montañas: destinada satisfacer egos como he podido volver a comprobar al ir acompañado que a ofrecer una experiencia personal y sensorial única. El Ararat como otros tantos montes de este tipo, esta atestado de Gente que camina hacia arriba primero, luego para abajo, sin prestar mucha atención a su alrededor, porque nada llama su atención pues, su único interés y motivación está en la cumbre: estar por encima de la montaña / no en la montaña. La continua afluencia de gente tampoco ayuda, la suciedad, incluso los precios son desorbitados considerando la región donde estamos, así como lo que resulta de la propia experiencia. Esta nueva moda del montañismo (con "montañistas" incapaces de hacer un vivac a 3500/3700m) satura cualquier monte con un nombre o altura singular, o que se haya puesto de moda como es éste el caso. Pero más allá de tanto ego, a un volcán no se le vence, no se puede. Eso es lo primero que se aprende subiendo volcanes activos.

También es cierto, que Subir volcanes "activos" puede ser peligroso, pero es como he dicho una experiencia sensorial y de conocimiento de una magnitud descomunal, donde solo tener el coloso frente a ti te puede cambiar la vida. Luego, puedes subir o no, eso depende de de si tus pies se paran "sólitos", o siguen caminando hacia el cráter. Lo que es seguro, es que cuando bajes no serás el mismo. Pienso que esta actividad no debe realizarse, así por las buenas ni por cualquiera, como cuando se decide ir a una montaña normal. El interés debe ir más allá del simple hecho de subir por subir a una cumbre. Un volcán activo “activo de verdad” ofrece mucho, muchísimo más que una montaña común, pero igualmente se puede cobrar mucho, muchísimo más que una montaña común.


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